A veces leemos noticias o vemos videos
de pequeñas heroicidades, de personas anónimas que un día
cualquiera se convierten en noticia. Pero todos los días a nuestro
alrededor pueden estar ocurriendo, sin que sepamos de ellas, porque
no saltan a los medios de comunicación o porque no hay nadie cerca
con la suficiente sangre fría para, en un momento de tensión coger
su cámara y grabar lo que ocurre. Esto que os cuento hoy, me lo
relatan en primera persona, y cuando lo escucho puedo sentir su
angustia e impotencia. Os cuento:
3 de la tarde, sale de su edificio para
dirigirse al trabajo. Al salir a la calle siente el llanto de un bebé
ante el que no puede reprimir ese sentido innato que tenemos todas
las madres de buscar con la mirada de donde proviene. Levanta la
vista y lo que ve le produce un ataque de nervios:
De una de las terrazas del bloque de
enfrente pende el cuerpo de un niño. Las terrazas tienen barrotes de
hierro y por debajo queda un hueco por donde asoma el cuerpo de un
pequeño. Tiene todo el tronco fuera, sólo está sujeto por los
brazos.
Su primera intención es tranquilizar
al bebe para que deje de patalear, pues con el movimiento se acerca
más al vacío y comienza a hablarle. Después se dirige a llamar al
piso; no sabe exactamente cual es asique llama a todos los primeros.
Para su desesperación nadie responde.
Sigue hablando al pequeño para
calmarlo, con la suerte de estar en primavera y que se tengan las
ventanas abiertas y una vecina del niño se asoma a la terraza.
-Corre, baja a avisar a su madre!
La vecina baja a llamar a la casa, pero
tampoco obtiene respuesta.
La heroína relata su impotencia de no
poder llamar a la madre del niño pues aunque conoce a gran parte de
los vecinos, estos son nuevos y no conoce su nombre, ademas de contar
con la barrera del idioma pues son de nacionalidad marroquí.
“- ...no sabía como llamarla, ¿que
la iba a decir moraaa? Si se llamara María o Pepa... Ahora ya si se
su nombre”
Ante el revuelo armado, otra vecina
también marroquí salió a la terraza y al verlo llamó a la madre
del pequeño por su nombre y por fin, esta salió a coger al pequeño.
Lo recogió y se metió para dentro.
Ahí quedó nuestra heroina sola con su
ataque de nervios; tardó varios minutos en poder moverse, pues las
piernas no la sostenían por el temblor que tenía.
Pasados unos días se encontró con el
pequeño y su madre, y esta vez si la dio las gracias, contándola
que ese día, con los nervios no se dio cuenta de hacerlo y que
después en casa lloró por el susto.
Desde ese día la puerta de la terraza
permanece cerrada y es que según cuentan, era habitual ver a otro
hermano mayor de unos dos años jugando solo en ella aunque ese día
el pequeño que apenas gatea estuviera solo allí.
Pequeños actos de las personas que nos
rodean nos reconfortan con el ser humano. Mi hermana, mi heroína.
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